El arquitecto Andrea Marcante y la interiorista Adelaide Testa están detrás de la remodelación de este pequeño piso en el centro de Milán tan vegetal, orgánico, alegre, cinematográfico y verde como los papeles pintados que lo definen.
La pareja conocía a los propietarios desde hacía más de 20 años, de hecho ya les habían echado una mano en varias de sus casas en Italia y el extranjero, y eso facilitó mucho el proceso.
“Les podríamos haber dejado las llaves y haber vuelto seis meses después sin elegir nada. Ese era el nivel de confianza mutua. Entre nuestros requisitos, la calidez. No queríamos algo frío sino un refugio cercano”, aseguran los dueños. El peligro de mezclar trabajo y vida privada en la zona más industrial de la capital lombarda, donde el matrimonio ejerce profesionalmente, era el mayor reto a la hora de encarar este interior mínimo, que cuenta con una cocina, un salón-comedor, una salita de lectura, un baño, un aseo y dos dormitorios. “Creamos un apartamento centrado en una idea de confort total, elementos constructivos incluidos, sin desdeñar las necesidades emocionales de sus habitantes. Una de las ventajas son las ventanas, que dan a un patio que protege la vivienda de la ciudad aislándola del ruido y del bullicio”, explican Andrea y Adelaide. La amistad entre proyectistas y clientes también les permitió cierta libertad para experimentar con la elección de los materiales. Usaron, por ejemplo, una resina para restaurar una parte del suelo de la sala de estar, creando una especie de alfombra debajo de la mesa del comedor, al estilo tradicional. “Todo el mundo necesita elementos decorativos reconocibles en los que sentirse reflejados, consciente o inconscientemente.
Un simple recuerdo familiar cambia la atmósfera de un lugar, que puede aportar mucha felicidad si contiene estos aspectos íntimos. Pero esas referencias a la casa de la abuela hay que interpretarlas de una manera contemporánea, con una ironía más o menos sutil y mucho sentido del humor. Así el papel pintado de Josef Frank del dormitorio se vuelve surrealista y la mesa de comedor que parece de mármol en realidad no lo es”, concluye la pareja de UdA. El hilo conductor e inspirador del piso, además, fue la película Mon Oncle que Jacques Tati dirigió en 1958 y la ligereza del personaje de Monsieur Hulot, que triunfa sobre la rigidez del decorado. Es esa misma contraposición de opuestos la que define esta vivienda en la que los materiales tradicionales se suman a nuevas técnicas para crear una atmósfera muy diferente a la casa cliché que normalmente proyectan los arquitectos.
Ni racional, ni fría ni desnuda. Pura calidez.